Introducción: Si hay algo que desprestigia más el Evangelio, es la hipocresía, destruye la confianza, no se cree al mensaje entregado, y provee a los adversarios de malos comentarios hacia todos los creyentes. Pablo no estaba dispuesto a aceptar la hipocresía de nadie, incluso ni del mismo apóstol Pedro, a quién reprende duramente para así salvaguardar la doctrina de la gracia de Dios. Desarrollo : V.11) Pablo dice que resistió a Pedro “cara a cara”, es decir, abierta, franca y valientemente, sin rodeos. Si bien Pedro, no era el gran personaje, o jefe apostólico que generalmente se supone, los hermanos, ancianos y otros apóstoles le tenían en gran estima; pero no les era tan superior en dignidad, como para que se abstuviesen de reconvenirle cuando fuere necesario, ni de enviarle de misión cuando así se necesitase de él. Dice Pablo que la actitud de Pedro “era de condenar”, (literalmente, estaba condenado), la razón de esta reprensión se nos señala en el versículo siguiente. V.12) “… comía con los gentiles… pero después… se retraía y se apartaba…”. Por esta conducta, se hallaba condenado; no importa lo que pensaran otros hermanos, ni lo que pensara de sí él mismo. Él comía o acostumbraba a comer con los gentiles, practicando la libertad con que Cristo milagrosamente le había libertado de la ceguedad judaica, y todo iba bien, hasta que vinieron algunos de parte de Jacobo, que tenían ideas diferentes, y para no perder la buena voluntad y confianza de los que eran de la circuncisión, es decir, de los hermanos judaicos, representados por los llegados de Jerusalén a Antioquía, cae Pedro por su lado flaco, apartándose acaso, poco a poco de los hermanos gentílicos, hasta hallarse tan separado como el judío ordinario del gentil. Valor y temor; primero valor y luego temor eran los rasgos característicos de Pedro. ¿Dónde está aquí la supuesta roca sólida? Como Cristo tantas veces se veía precisado a reconvenirle, ahora le toca a Pablo hacerlo. Pedro no estaba predicando una herejía, pero tampoco estaba practicando consecuentemente el evangelio de la gracia. V.13) Lo terrible de la actitud de Pedro es que, “en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aún Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos”. Así el mal ejemplo de Pedro, resultó en que el resto de los judíos convertidos de Antioquía, se separaron de los convertidos gentiles. No hay prueba de que Pedro les instase a tal conducta; es más probable que él mismo cediera, y que cediera la “columna”, era un hecho que podían usar con gran ventaja los celadores judaizantes, y así desacreditar el evangelio que Pablo predicaba. Tan fuerte era esta conducta, que aún Bernabé, el amigo y compañero de Pablo, del cual no se esperaba que fuese arrastrado, sin embargo, si fue él contagiado con esa actitud hipócrita. Evidentemente se había llegado a una crisis de gran significado en la iglesia. V.14) Esta situación, Pablo la resuelve reprendiendo a Pedro delante de todos, para que así los demás también se sintieran reprendidos por la reprensión hecha a Pedro. El apóstol Pedro no pecaba aquí por ignorancia, sino, que disimulaba. Sabía lo que hacía, pero por estar bien con los de parte de Jacobo, sacrificó la verdad; esa verdad que Dios, por revelación, le había comunicado y que él mismo había defendido (Hechos10), pues él mismo se estaba contradiciendo. Estaba ahora enseñando que, el hombre se salva por la ley y por el evangelio a la vez. Andar “rectamente conforme a la verdad del evangelio”, solo es posible distinguiendo entre la ley y el evangelio, que son cosas absolutamente distintas como son el día de la noche. “Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar? Esta pregunta directa, sólo podía contestarla Pedro, confesando que había hecho mal viviendo como gentil o confesando que había hecho mal dejando de vivir como gentil. Si tú, aunque hombre circuncidado, has desechado la circuncisión como en el caso de Cornelio, y aquí en Antioquía también al principio, ¿por qué por tu conducta obligas ahora a los circuncisos a circuncidarse? Sin duda, el Señor hizo ver a Pablo, la necesidad de poner públicamente a Pedro en tan angustioso aprieto. Pero el mismo Dios, dio a Pedro gracia para oír el argumento, soportar la fuerte reconvención y aprovechar la enseñanza. V.15) Nótese como Pablo ahora, cortésmente, se incluye en el número de los reprendidos: “Nosotros judíos de nacimiento”, es decir, nosotros, que somos de naturaleza judía, “y no pecadores de entre los gentiles”, no pertenecemos al grupo de los que despectivamente llaman “paganos pecadores” los inconversos de nuestra raza. V.16) “Sabiendo que el hombre no es justificado…”, es decir, no es declarado justo o sin culpa por el Juez de los jueces, “por las obras de la ley”, es decir, por medio de buenas obras llevadas a cabo conforme a mandamientos, preceptos y estatutos de la ley divina, sino por la fe de Jesucristo”, es decir, por medio de la fe o confianza en Cristo, cual sacrificio perfecto y suficiente por el pecado, cual abogado único, en esta transacción espiritual, ante el tribunal supremo de Dios. “Dios es el que justifica” o declara justo “al que es de la fe de Cristo” (Romanos 8:33). “Nosotros también hemos creído en Jesucristo”, como los gentiles convertidos “para ser justificados por la fe de Cristo”, es decir, para que fuésemos declarados justos mediante la confianza en Cristo, a semejanza de los gentiles, por cuanto Dios no ha establecido más que un modo de ser declarado justo, ya tratándose del gentil, ya del judío “y no por las obras de la ley”, no por medio del cumplimiento de los preceptos, ya sean morales o ceremoniales, ningún hombre, sea judío o gentil, será declarado justo. La ley exige obediencia absoluta en todo tiempo, y en todas sus partes, siendo la menor, la transgresión, causa suficiente para la justa condenación del culpable. La ley condena; la gracia salva. V.17) “Y si buscando (nosotros) ser justificados en Cristo…”, o sea, pero si mientras procurábamos ser declarados justos en Cristo, en virtud de Cristo, mediante Cristo, “También nosotros somos hallados pecadores”, es decir, también nosotros mismos hemos sido convictos de ser pecadores, “¿es por eso Cristo ministro de pecado?, es decir, servidor, ayudante en promover o fomentar el pecado, en otras palabras: Nosotros queremos que Dios nos acepte por medio de Cristo. Pero si al hacer esto descubrimos que, también nosotros somos pecadores, como la gente de otros países, ¿vamos a pensar por eso que Cristo nos hizo pecar? ¡Claro que no!. V.18) “Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago”. “Las cosas que destruí”: El judaísmo se le presenta aquí como un edificio que derribo al entregarse a CRISTO: Esto se refiere a observancia de preceptos, estatutos, ceremonias, todo lo abandonó. “Las mismas vuelvo a edificar”: alusión seguramente a Pedro, que había reedificado lo que había antes derribado, adoptando de nuevo los preceptos y ceremonias judaicas. Pablo, muestra que al volver a las costumbres judías, abolidas por las obras del calvario, equivalía a volver a edificar lo ya derribado. Y, si lo derribado no tenía fuerza para salvar, y, al volverlo edificar, se derribaba lo edificado mediante la obra de la cruz. El apóstol da a entender aquí a Pedro, que la conducta de este, al retraerse de los gentiles, insinuaba que era algo mucho más grave de lo que Pedro suponía: “vana era la Fe” (Romanos 4:14), “vana era las cruz de Cristo” (v. 21), (en vano corría Pablo) (v.2) al predicar el evangelio de la justificación por la fe sola. De consiguiente, los que vuelven a las obras de la Ley, como condición para salvarse o adquirir la justificación, se hacen transgresores contra la misma naturaleza y propósito de la Ley. V.19) “Porque yo por la ley soy muerto para la ley”: convencer y condenar es el ministerio de la ley: “la ley mata”, mata a sus partidarios. ¿Cómo puede alguien morir a la ley por medio de la ley? La explicación es la siguiente: la ley exigía la muerte del pecador. En la cruz Cristo murió como pecador (2 Corintios 5:21; Gálatas 3:13), bajo la maldición de la ley. Todo el que cree en Cristo es incorporado a él en su muerte, en su nueva vida (Romanos 6:3-11). Así que, al morir con Cristo, se cumple la sentencia que la ley pronunciaba contra el pecador y, una vez muerto, queda libre de la observancia de la ley, la cual tiene solo vigencia en los que viven por ella. Pero el creyente no queda muerto para siempre sino que, en Cristo y con Cristo, vive una nueva vida, vida eterna, para Dios. V.20) “Con Cristo estoy juntamente crucificado”: Nada más profundo en los escritos de Pablo que su idea de la unión del creyente con Cristo. ¿Cómo y cuándo fue crucificado con Cristo?. Al morir Cristo, el justo por los injustos, morí yo. Estoy fuera del alcance de la condenación de la ley. “Ahora, pues, no hay condenación ninguna para aquellos que están en Cristo Jesús”. “¿Quién es el que nos condenará? Cristo es el que murió” (Romanos 8:1, 32-34). ¿Ignoráis, hermanos, que la ley tiene imperio en el hombre solo mientras dure su vida? (Romanos 7:1). Muerto como soy, ya no tiene la ley imperio sobre mí. La ley me ejecutó en Cristo, me ejecutó en mi sustituto. Respecto a la ley, yo soy criminal ejecutado, libre soy del poder dominante de la anterior vida pecaminosa, y la libertad para experimentar por fe el poder de la vida resucitada de Cristo. “Más vive Cristo en mí”, de consiguiente, disfruto una vida más pura, más elevada más santa, que jamás soñaron los preceptos y estatutos mosaicos. No existo ya solo y aislado, pues Cristo es la vida de mi vida; es el centro de mi ser, el amo y dueño que me vivifica; que mira por mis ojos, oye por mis oídos y habla por mi boca. “y lo que ahora vivo en la carne”: y la vida que ahora vivo, a saber la vida nueva, la espiritual, la vida de Cristo, que vivo en la carne, es decir, en el cuerpo mortal, “la vivo en la fe del Hijo de Dios”, es decir, la vivo teniendo fe en el Hijo de Dios, o la fe suspendida sobre el Hijo de Dios, o la fe cuyo objeto es el Hijo de Dios. “El cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. No que yo le ame entregándome a una vida de penitencias, ayunos, rezos y suplicios por él, sino, que él se entregó a sí mismo por mí, a la pasión y a la misma muerte, y muerte ignominiosa de cruz. V.21) “No desecho la gracia de Dios…” como cosa de ningún valor, como lo hacen estos falsos maestros, que insisten en el cumplimiento de los mandamientos y preceptos de la ley como fundamento de la salvación. Eran los gálatas, no Pablo, los que desechaban la gracia de Dios, al querer retener la ley. Si la ley hubiese podido proporcionar la justicia necesaria para la justificación, ¿por qué tuvo que morir Cristo? Pablo considera la justificación por las obras de la ley, del todo incompatible con la justificación por la fe de Cristo. Una de las dos, no cabe término medio. Si el hombre puede justificarse por las obras de la ley, no necesita salvador ninguno. Rechazar la gracia de Dios, equivale a rechazar la muerte de Jesús. Conclusión: Sin duda alguna, Pedro quedó del todo convencido de sus errores por este discurso de Pablo, de manera que no volvió a caer en ellos. Un discurso de Pablo, donde deja totalmente claro, que la única manera en que el hombre puede alcanzar la justicia de Dios, es por gracia, mediante la fe en Cristo Jesús, y no por las obras de la ley. Por la ley, ninguna carne, es decir, ningún hombre, absolutamente sea judío o gentil, malo o bueno, jamás será justificado.
Nota : Cualquier consulta de la lección, la puede realizar a la comisión encargada Año 2020
Pr.Jorge Andulce P. (3°Viña del Mar) - Pr.Manuel Díaz B. (Santiago Centro) Pr.Claudio Cisternas C. (5°Puente Alto) - Pr. Alvaro Vega N. (2°Quilpué)